martes, 19 de agosto de 2008

un sediento



"Fue sólo al borde de los cuarenta cuando empecé a comprender. No es bueno ser amado de tal manera tan joven, tan pronto. Uno se malacostumbra. Uno cree que eso llegó para quedarse. Uno cree que lo volverá a hallar. Uno lo da por sentado. Uno mira, uno se ilusiona, uno espera. Con el amor maternal, la vida te ofrece al alba una promesa que nunca cumple. Uno está obligado, a partir de entonces, a comer el plato frío hasta el final de sus días. Después de eso, cada vez que una mujer te toma en sus brazos y te aprieta contra su corazón, no hace más que darte el pésame. Uno se vuelve siempre a berrear sobre la tumba de su madre como un perro abandonado. Nunca jamás, nunca jamás, nunca jamás. Brazos adorables vuelven a asirse alrededor de tu cuello y labios muy dulces te hablan del amor, pero tú ya estás al tanto. Pasaste demasiado temprano al manantial y bebiste todo. Cuando de nuevo te alcanza la sed y estarías dispuesto a empaparte, ya no hay pozos, no hay sino espejismos. Has hecho del primer resplandor del alba un estudio muy ceñido sobre el amor y llevas contigo las notas. A donde quiera que vayas, cargas contigo el veneno de las comparaciones y pasas el tiempo esperando aquello que ya has recibido.

No digo que se les deba impedir a las madres amar a sus hijos. Digo simplemente, es mejor que ellas tengan todavía alguien más a quien amar. Si mi madre hubiera tenido un amante, yo no hubiera pasado mi vida muriendo de sed al lado de cada fuente."

Romain Gary, La promesa del alba.

Más sobre este autor y sus obras en:
elreinodeestemundo.blogspot.com

1 comentario:

Carmen dijo...

Interesante planteamiento para comprender como nos podemos desprender de los complejos mitológicos que todos arrastramos, unos al edipo, otras a la electra, pero todos ahi andamos, sedientos y hambrientos de amor en todas las manifestaciones.
Un desconocido para mi, gracias por presetármelo.