lunes, 30 de junio de 2008

Mi mayor pecado

He perdido los días. He perdido horas enteras, minuto tras minuto, en la bizarra concupiscencia de soñar el tiempo. Como agua, los borbotones de tiempo se deslían entre mis dedos. Y éstos, hastiados ya de ese desgaste inútil se desgarran la cutícula con ayuda de los dientes hasta hacerla sangrar.

La imaginación no es sino un mismo ciclo, alterado apenas por fugaces chispazos de una luz que proviene fuera del círculo.

Y bien, es éste mi mayor pecado. Desperdiciar el tiempo, como eyacular en tierra yerma. No es que quiera concebir los frutos de una creación...sino al menos asir algunas de esas imágenes que se suceden en el día, captar la señal de algo, contar una mínima historia coherente de lo singular, romper con los silencios bastardos de una existencia aparentemente vana.

Quisiera dormir como resultado de un auténtico cansancio y no volcarme sobre la noche en el repaso de posibilidades y no revolcarme en madrugadas extrañando el llanto.

La vida habría de ser afirmar o negar con la certeza de asumir un compromiso con la palabra, no aceptar melifluamente la existencia comodina.

Aletargado en laureles manidos y loas espontáneas, quizás legítimos unos y otras...Aletargado y luego despertado por el llamado apremiante de la conciencia, el llamado ininterrumpido del buen consejo, de los expectates deseos, de la voz que he escuchado de la estatua nocturna, la imperturbable, la tiesa, la inagotable voz ¿hueca? de la estatua hilarante.

Y no puedo escapar a ella. No puedo escaparme de ti, sigo mirando atrás al absurdo entrelazamiento de recuerdos, nubarrones de imágenes dispersas que se agolpan en el mediodía de una idea o una imagen. Al alba de cada ocurrencia se suceden futuros (imbéciles inventos) y pasados (fantasmas) y ensueños (delirios). Inútil evocación del tiempo.

Cada pensamiento vano es como un escupitajo al cielo y en el rebote, en el infalibe retorno a la tierra están la derrota y el remordimiento.

miércoles, 25 de junio de 2008

La tarde es una ventana abierta por la cual se filtra un viento silencioso que hace temblar ciertos recuerdos

martes, 10 de junio de 2008

domingo, 8 de junio de 2008

La mirada se desprende como una flor que sigue su curso en el aire y da volteretas. La mirada persigue un rostro y lo atrapa. El rostro no pretende quedarse inmóvil y apenas es capturado se alza en múltiples juegos de adivinación. Ya no es cautivo pero se sabe vigilado. Recoge la flor del piso, la eleva en un danzar que aparenta perpetuidad y la invita a volar con un soplido. La mirada se aleja y cae de nuevo al piso. Se aleja aún más para capturar un gesto cualquiera que describa el aire.

lunes, 2 de junio de 2008

El sábado finalmente no se proyectó Memoriales perdidos, pero fue una agradable tarde en la que se recordó con humor y nostalgia a Jaime Casillas. Francisco Sánchez, Marcela Fernández Violante, Segio Olhovich, José de la Colina, Víctor Ugalde, Gabriel Retes y Jaime Casillas (hijo) entre otros hablaron de distintos aspectos de la personalidad y las anécdotas de este hombre.

Después de que abogó tanto porque existiera el cineclub de la Escuela de Escritores, no es para menos que lleve ahora su nombre. Ojalá que todo esto fructifique en el desarrollo de tantas posibilidades como sea posible de escribir. Y escribir en español, como decía Jaime. Y no porque se trate de plantar el español como la lengua superior al resto, sino porque es una de las tantas formas de expresar el pensamiento que no puede perderse. Tantos millones de hombres hablaremos inglés, dijo Rubén Darío, ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?, se preguntó Efraín Huerta. No, tantos millones de hombres hablaremos español, dijo Cortázar (sí, aún su español poblado de galicismos, pronunciado con erres extrañas y situado en la capital francesa, también ese español).

Y escribir para gente inteligente. Y escribir y hacer cine y caricatura y telenovelas y performances, que planteen visiones críticas, historias creativas mamadoras de las tradiciones culturales antiguas, obras teatrales que incidan en la reflexión de nuestras sociedades, ensayos que cuestionen la validez de las reglas.


Y escribir apasionada y disciplinadamente.
Así seremos fieles al espíritu de Jaime Casillas.