viernes, 15 de agosto de 2008

Desde el balcón



La calle se antojaba inhóspita, pero apacible. Miraba frente a sí el fragmento de ciudad que le correspondía en ese momento. La invencible, la invicta, la inmortal ciudad de la que había estado enamorado de manera monstruosa, de la única manera como se podía amar a esa ciudad. Sus cicatrices y sus parches, sus carencias, su sobreabundancia de todo, sus miedo y sus placeres, sus caricias. Pero también su fortaleza, su resistencia, su promiscuidad, su carácter, su violencia, su atrevimiento, su tristeza, su calidad de monstruo, su calidad de sueño, su antigüedad, su caos, su esperanza, su cualidad fragmentaria, su grandeza, su insistencia, su continuidad.

Francisco había mirado desde ese balcón su pasado. Y lo había narrado como una explosión súbita, como una reminiscencia de dolor, pero como una plataforma anclada en la ilusión, esa extraña ilusión en él, más parecida a una certeza de la continua movilidad. No había avances o retrocesos, sólo un movimiento circular, una presencia de lo ausente, una paciencia de la prisa.

La calle indiferente, la calle inmóvil, la calle callada. Las palabras del hombre se iban con el humo del tabaco. Y en ese ritual del fuego se consumían y revivificaban la nostalgia y el sueño, el deseo y la apatía, la lucha y la tranquilidad.

Ya la soledad se apropiaba del espacio.
Ya la noche abrazaba los cuerpos inertes, contemplativos y etéreos.
Ya desde el balcón se deslizaban las palabras en sonidos invisibles y dispersos.

3 comentarios:

ursula dijo...

Mi querido Jesús, supongo que éste es el post al que te referías. Qué forma tan distinta de pintar la esperanza - como una cosa quieta. Es casi inaprehensible como la describes.

Se me ha venido a la mente, inevitablemente, y haciendo eco al título de tu escrito, otro de Pellicer:

Desde el balcón, se ve:
han pasado muchos automóviles.
Desde el balcón, se piensa:
odio todos los libros.
Estoy triste porque no soy bueno.
Domingo. Uno de esos estúpidos
domingos sin sol.
La catedral parece que está hipotecada.
Yo me muero de ganas
de huir
de mí.
Parece que he comido manzanas
yanquis.
Una sola mujer hay en el mundo,
pero está ausente.

Si yo fuera pintor
me salvaría.
Con el color
toda una civilización yo crearía.
El azul sería
rojo
y el anaranjado,
gris;
el verde saltaría en negros estupendos.
¡Sabidurías de los colores nuevos!

Mi taller estaría en las llanuras
de Àpam. Cesaría la duda
actual. No pintaría hombres sino volcanes.
Vendrían
los más ilustres
de la América del Sur:
el Tunguragua y el Sajama
dejarían su anticuado fondo azul,
su seriedad y sus várices
colosales.
Yo tendría ojos en las manos
para ver de repente.
Unas meditaciones llenas de cantos
nuevos, encenderían mi frente.

Pero es imposible.
De pronto atraviesan horripilantes
soldaditos de Meissonier.
Mi vida está llena de gritos
bajo un ciego crepúsculo de fe.

Jesús dijo...

¡Guao! Qué lindo poema. Gracias.
Pero no me referí a este post, sino a un comentario más de Salomónica. Ahí es donde comenté algo respecto al cierre del ciclo, si a eso te refieres.

Me alegra que te guste tanto Pellicer, en general la gente considera que está ya muy fuera de moda. A mí me gusta mucho y cada día le descubro nuevas cosas. De hecho, voy a hacerle su propio post a este poema.
Es curioso, si no me hubieras dicho, hasta donde habla de la mujer ausente yo no hubiera creído que fuera de Pellicer. Después de ahí ya me sonó mucho más cercano al Pellicer que conozco. ¿Tiene título este poema?

ursula dijo...

Hola de nuez. Qué gusto que te haya gustado el poema. Sí, es cierto, al principio no parece Pellicer...

Qué padre que compartamos este gusto por este gran señor, yo también disfruto muchísimo su poesía. Y eso de que está pasado de moda... se me hace una frivolidad terrible. ¿A quién se le ocurren semejantes cosas? ¿O de qué depende la vigencia?

Bueno, usted perdone mi comentario. Ya ví el post que le dedicaste, me hizo harto feliz, y esa foto, ¡qué maravilla! Sí, sí tiene título, aunque tengo que lanzarme a la biblioteca para tales efectos. Lo traeré próximamente, lo prometo.

Del juego, yo entendí que el comentario de Salomónica cerraba el ciclo de Las Horas I, y que habías puesto otra referencia para las Horas II, además del poema de Paz. De cualquier forma, este también estuvo bueno.

¡Un abrazo!


PD: Te dejé otro comentario en las Horas I.