domingo, 24 de febrero de 2008

La cita:

Sábado 1ero de marzo de 17:00 a 17:50 hrs.

Gerardo de la Torre charla con Jesús Nieto en la Galería de Rectores del Palacio de Minería.

Tacuba 5, Centro histórico.

"En la secundaria ya vivíamos en Narvarte. Y muy chamaco me mandaron a una escuela secundaria por cooperación, que eso era un decir, era de cuotas muy bajas. Nada más que, no entiendo por qué, quizá porque yo era de los más chiquitos de edad y de tamaño me dio por salirme de la escuela. Es decir, iba yo a la escuela, entraba, pero había una ventana a la cual le faltaba un barrote. Y me iba a caminando a Vértiz donde había varios terrenos baldíos. En uno de esos había un árbol muy alto, un pirul si no mal recuerdo y ahí me subía yo a leer, pero no sólo leía aquellas novelitas policíacas o cualquier otra cosilla que me gustaba en lo que se suponía que eran mis horas de clase, sino que iba yo anotando resúmenes de los libros escolares."




"En Ensayo general, no lo puedo decir con tanto conciencia del caso pero yo creía…desde luego creía en la causa y en la lucha y que algún día implantaríamos el socialismo y no sé qué, un socialismo humanista, libertario, el que siempre me preocupó. Y creía, que es lo peor, que la novela podía ser una de las palancas para…no que mi novela fuera a causar una revolución (a menos que la consideraran tan mala que iniciaran una revolución contra la imprenta, ¿no?), sino que pensé que podía influir en ciertos sectores para que por lo menos vieran con simpatía aquel hecho del socialismo y de la revolución que la implantaría.
Eso pronto acabó. Ya en una novela como Muertes de Aurora, que es inmediatamente posterior, el personaje está en una cantina con su vaso de agua y dice “La única verdad es el vaso de ron con agua y aquí estoy esperando a los próximos derrotados para que vengan también a servirse un ron con agua”, cosas así. Ya en 80, que publico esa novela, ya estaba en la decepción. Curiosamente en 81 se desintegra el Partido Comunista y yo todavía estaba en el partido ya más por tradición que por convicción. Además ya estábamos en la legalidad y en esas células culturales, que no han servido jamás para un demonio."



"Octubre, la derrota, no fueron para mí el golpe vasto y determinante que destruyó las ilusiones, las inquietudes y en muchos casos los jóvenes cuerpos y almas de una generación, sino un dolor que llegó a acompañar y a atenuar el otro más antiguo y a su vez se vio aminorado por éste. El dolor, no la rabia. No quedaba, pues, sino seguir en la lucha, participar en todas las batallas, inventar cada día modos de compromiso y participación. Vivir, en suma. Y vivir generosamente." (De cuerpo entero, p. 53).

Una vez que De la Torre abandonó su trabajo como obrero industrial, la práctica de corrección de estilo, traducción, periodismo, guionismo televisivo y cinematográfico, entre otros, ha sido la continuación de su formación en la escritura; aunado a esto, por supuesto, las incontables horas de lectura que siguen siendo tan importantes para el autor.
En una librería de la Avenida Juárez, propiedad de Polo Duarte, un exiliado español, el joven lector fue descubriendo nuevos autores, así como compañeros de discusión y tertulia. Escritores como Simón Otaola (otro exiliado español) y Juan Manuel Torres, nacido en Minatitlán y con una formación cinematográfica en Polonia, lo fueron acercando a una manera diferente de ver la literatura.
Ese recorrido práctico e intelectual ha fraguado en una obra narrativa que consiste en un promedio de treinta libros y que ha sido reconocida oficialmente por varias instituciones culturales.
Luego de ser becario del Centro Mexicano de escritores, De la Torre ha obtenido el Premio de Novela PEMEX, cincuenta años de la expropiación en 1988 por Hijos del águila y el Premio de Novela José Rubén Romero del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 1992 por Los muchachos locos de aquel verano.

sábado, 23 de febrero de 2008


En ese diario ir y venir de color naranja, las multitudes se desencuentran.
Una mirada esquiva a la otra y se tiene la sensación de mirar siempre a otros, como si nosotros fuéramos el mismo cada día pasando los ojos por distintos rostros, distintos gestos. Pero ese otro de ahí en frente se vuelve uno solo, cada mañana miras ya no gestos, ya no rostros, ya no cuerpos, miras abstracciones de gente y con la certeza en que cada día será distinto miras el mismo cúmulo de cuerpos caminar en uno y otro sentido.
A veces, no obstante, pero esto de verdad es muy a veces, cuando logras abstraerte del siempre ver sin mirar, captas un instante de la esencia del otro, de algún otro que por un momento logró abstraerse también de su cómodo 'ser el mismo'. Es apenas un destello de reconocimiento entre los cuerpos, de conciencia de la existencia mutua y una vez que termina muy probablemente se perderán de vuelta uno y otro en el ir y venir y volverán a ser parte de un mismo todo: avalancha, masa, cuerpo, ráfaga confundida en el color naranja.

jueves, 21 de febrero de 2008

De Luis Cernuda

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

jueves, 14 de febrero de 2008

Elefante verde


Un guiño para Gustavo.

Ciudad con carácter



No, no es Londres, ni Dublín...



ni Aragón, ni el sur de Francia...




Sí, es Zacatecas.













Desde el teleférico.

Por qué estimo a mi amigo

Por su oído diligente

Por su sabia forma de poner en unos cuantos enunciados las ideas complejas

Por su disposición a cooperar en las tareas mínimas indispensables

Por su pasión radiofónica

Por su capacidad de asombro ante las palabras

Por su inteligencia

Por su contagioso amor al conocimiento

Por su tenacidad

Por sus comentarios de aliento

Por su lealtad

Por la precisión de su memoria

Por su sinceridad

Por su fascinación ante lo diáfano

Por su sensibilidad a la música

Por su ensoñación de la fembra fermosa

Por su discreción

Por los distintos momentos en que hemos compartido música, prosa, canción y silencio.

La historia como creación

"El pasado no tiene una existencia en sí, sino que la conciencia del sujeto, desde el presente, se forma una idea del pasado, que es algo que constituye su ser. O'Gorman gustaba de repetir que no se trataba del pasado sino de nuestro pasado, por consiguiente, conocerlo significaba conocernos y si lo hacíamos con autenticidad, ese conocimiento resultaba catártico".

Álvaro Matute, "Edmundo O'Gorman. La genealogía de un historiólogo", en: revista Letras Libres, núm. 103, año IX, julio 2007, p. 65.

lunes, 4 de febrero de 2008

El personaje Jesús

Creo que todo comenzó después de leer un texto de Borges (Borges y yo en: El hacedor) donde se plantea la diferencia entre el personaje público y el ser íntimo. En ese desdoblamiento me pareció facinante la idea de ser otra persona. Y entonces decidí crear a Jesús. Sería el otro y no yo quien escribiría, al otro le gustarían las películas de Woody Allen y se deleitaría con las notas de Rachmaninov. Pero de pronto resulta que ya no puedo ser Álvaro y tengo la necesidad de escribir como Jesús. Ha devorado mis ideas y ahora pareciera que en verdad yo soy su creación. He llevado el juego demasiado lejos (¿o más bien es él quien lo ha llevado?). Sus fotos invaden este blog, tiene absoluto control de la organización de los artículos. Poco a poco me voy desvanciendo de este espacio y lo único que quede al final sea quizás mi nombre en la dirección html.
Estoy perdido. Quizás en una de estas vueltas Jesús termine diciendo que yo soy su creación. En fin, uno no sabe para quién trabaja.

domingo, 3 de febrero de 2008

En el mirador de Angahuan



Don Raymundo



Y en ésta, lo que se ve al lado de su sombrero es el volcán Paricutín.



Varios pasos más adelante, luego de un trago de refresco sabor tamarindo, una foto con las ruinas del viejo San Juan de fondo.

Así es Pátzcuaro



Portal de la Plaza don Vasco

Papá me ha contado alguna vez de las primeras vacaciones que tuvo mi bisabuelo (trabajaba de mozo en una tienda de abarrotes de un español en Valle de Santiago desde los ocho años), ocasión en la cual llevó a su madre y sus hermanas a pasear a Michoacán. Creo recordar (del relato) que fueron a Uruapan y a Pátzcuaro. Esto debió ocurrir allá por fines de la segunda mitad del siglo XIX en época de Porfirio Díaz.

La semana pasada tomé estas fotos. Se me antoja que Pátzcuaro no sería muy distinto en aquel entonces...












Casa de los once patios




Ma niga