martes, 29 de mayo de 2007

Leth / Von Trier


Recomendación. A quien le interese explorar cine y esté de humor para un documental danés vaya a su videoclub de confianza (y con esto quiero entender que puede uno confiar en que hay películas raras) y adquiera para un fin de semana: Las cinco obstrucciones, dirigida por Lars Von Trier (Bailando en la oscuridad, Dogville, Manderlay). El sábado pasado tuve ocasión para dedicar una parte de la noche a ver este film y a discutirlo con Luisa.
Se trata de una aventura en la que Von Trier le propone a Jorgen Leth, uno de sus directores admirados, rehacer su documental El hombre perfecto bajo cinco esquemas que implican cinco obstrucciones cada uno. Bajo el primer esquema, por ejemplo, le pide que las tomas sean de 12 cuadros por segundo y que la locación sea Cuba, cuando originalmente las escenas de la película transcurren en una sala inhóspita a blanco y negro...
A quien guste de experimentos de arte visual y propuestas narrativas, tiene aquí una buena oportunidad para solazarse. Uno siente al finalizar esta película que ha compartido con Leth y con Von Trier un espacio de su creación. Uno es cómplice de las decisiones y espectador de las consecuencias. Es como si Von Trier pusiera a Leth a prueba para demostrarnos a quienes no conocíamos su trabajo la sorprendente habilidad para reinventarse como artista.
En la foto, Leth hace él mismo el personaje de su película en la segunda etapa de las obstrucciones, situando la escena esta vez en India.

viernes, 25 de mayo de 2007

Casariana bis

"¿Qué tiene de malo la soledad?
Si yo te hubiera encontrado rodeada de tres generales
nunca me hubiera acercado a ti
y esto no sería un poema de amor
sino un ensayo
sobre el militarismo en América Latina."

Eduardo Casar

Esto me hace pensar en cuán poco sola puede hallar uno a la poesía. Rodeada de prejuicios, se nos presenta en tantas ocasiones como aquel garabateo indescrifrable, incomprensible, inexplicable (y demás ins---bles que puedan aplicarse al caso). "No me gusta la poesía, porque no la entiendo", hemos escuchado decir y aun de nosotros mismos. Sin embargo, cuando uno logra hacer a un lado a los acompañantes de la poesía, los empuja hacia un barranco, les somete a un ahogo en su propia tinta, o cualquier otra clase de sadismo necesario con estos malevos guardias la conocemos a ella poco a poco. Nos dejamos seducir por sus caricias discretas o por sus gritos entusiastas o sus observaciones cautelosas, llenas de un buen gusto que nos hace sonreir. Después vienen los diálogos, las discusiones...en fin, la cotidianidad.

Pero siempre hay espacio para la sorpresa, el pequeño instante infinitamente profundo del asombro.

Casarismo

Charlando con Memo Vega en una reunión poco no muy demasiado alcóholica, me comentaba respecto de la poca difusión de la poesía de Eduardo Casar. Esta semana hallé en una librería de la avenida Cuauhtémoc un poemario de dicho autor publicado por la UNAM.

Se agradece en este poeta la sencillez para mostrar el humor, rara vez subrayado, mas presente en nuestra habla cotidiana.

"Lo que sea de cada quien.
Yo de ti".

O qué tal éste: "Me gusta mucho/ponerme en tu lugar".

Afirma con justeza Gonzalo Celorio: "Eduardo Casar no mitiga...ni el amor feliz ni la ternura." Prueba de ello son estos versos:

"Quisiera estar a dos pasos de ti.
Y que uno fuera mío y el otro fuera tuyo."


"Tus labios juegan
el papel principal en mi sonrisa."

Ficha: Eduardo Casar, Son cerca de cien años, Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 1989.

Trámite 1

Ha de saber usted, querido lector, que este viernes ha sido una de esas excepciones en las que podría desdecir todo aquello que con emoción refería respecto a los días viernes en una entrada del 15 de febrero que se intitula 'Me gusta vivir en viernes'. Sirva este comentario de paso para recomendar que si por casualidad tienen que realizar una baja de placas del distrito federal en estas fechas, y suceda casualmente que el auto no está a su nombre necesitan una identificación de la persona, carta poder para realizar el trámite, tenencias pagadas desde 2003 a la fecha con la certificación de tesorería o el 'baucher' del banco con sello y firma del cajero, factura del vehículo, tarjeta de circulación. Todos los documentos anteriores en original y dos copias. Y, desde luego, las placas. Le advierto, pues, con anticipación para que no de vueltas 'de oquis' de regreso a su casa, a la tesorería, al banco, etcétera.

Por otra parte, una vez que está casi hecho el trámite, puede siempre dedicarse a hacer poesía al tiempo que recuerda alguna clase de sociología (todo esto quizás estimulado por una especie de alucine luego de no comer durante toda la mañana) y decir: Oh, Modernidad, jaula de hierro, que todo lo que concibes sin crearlo, finjes la perfección y no causas sino la desesperada ansia de salir corriendo por la ventana de la oficina de la delegación Benito Juárez y mandar todo al carajo...Y en trámites futiles me desdoblo... yo que imaginaba el Paraíso bajo la forma de una videoteca...oh, burocracia, soledad en llamas...

-Señor Rueda... señor Rueda. Pase a la ventanilla seis.

lunes, 21 de mayo de 2007

Vasconcelos y Beethoven, hombres que se escuchan de pie

Para César Hernández y Gerardo de la Torre

En El ensayo mexicano moderno de José Luis Martínez, editado en Letras mexicanas del Fondo de Cultura Económica, aparece un breve aunque complejo ensayo de José Vasconcelos titulado La “Séptima sinfonía” de Beethoven donde el autor no sólo deja la impresión de haber escuchado con pasión al compositor alemán, sino que al hablar desde un punto de vista estético de la obra da la impresión de que Vasconcelos hablara de su propia vida. Dice respecto al primer movimiento:

En seguida comprendemos que no es la suya [la de la frase orientadora] una energía accesoria…sino un valor autóctono, inmensurable. Un ser... [que] va desdeñoso y huraño porque sabe que fuerzas mezquinas le harán resistencia, porque mira cosas informes y almas oscuras.

Presenciamos la interpretación de lo que si bien parece música, Vasconcelos llama fluido misterioso salido del corazón. ¿Mas no parece acaso un fragmento de su autobiografía?
Escuchar a Beethoven arrastra a veces el espíritu a la melancolía, como en otras ocasiones lo lleva a montar un caballo violento que hace al escucha partícipe de la épica sin dejar de estar bien atado a la silla desde la que en verdad sólo sueña. De un Romance para violín a la Obertura ‘Egmont’, fluctúan las sensaciones de un color a otro. Y desde luego, ese fluido, ese atmán estético con el que según Vasconcelos trabaja Beethoven, puede cobrar fuerza y henchir nuestros corazones en un canto a la alegría. De esta música puede uno desesperarse o sentirse ajeno, pero nunca se le puede ignorar. Aún cuando la mente se distraiga momentáneamente en otra cosa, un rugido de vientos, un intenso cabalgar de cuerdas o su combinación la hace regresar al cauce melódico. De las entrañas se siente provenir un alboroto que hace al alma despertar, si es que acaso dormita, para vivir esos instantes. Algo similar ocurre al leer a Vasconcelos.
Donde la mano vibrante desgarrara páginas, las mancha de tinta y dirige imaginariamente piano, vientos, percusiones y cuerdas, la fuerza de la voz estentórea de un hombre emite un discurso. En un árido noviembre de 1928 en Nogales, Vasconcelos quiso ser escuchado por el pueblo de México: “si es verdad que la fe mueve a ejemplo, seamos los primeros en demostrar que está viva la patria y que es la voz de la patria la que va a estar hablando por nuestros labios…¡México, levántate!”.
En otro tenor, cuando se lee a Vasconcelos referirse a su Adriana en Ulises criollo, perdido en el sendero del embelesamiento, parece que se escucha la voz del enamorado en vez de leerse:

Contrastaba con el aroma silvestre intacto, el perfume de Adriana pegado a mi carne como una reliquia…En mis oídos resonaba el timbre de su voz de sirena…¿Qué valía sin ella el esplendor del sol, el orgullo de los montes?…La amante cabal. Mi vida entera no había tenido mejor propósito que encontrarla.

Pellicer afirma que abrir libros de Vasconcelos, es como cuando uno a la vuelta de un camino descubre el mar. Uno se eleva de donde el oleaje suave para sentir como corre el viento en un crescendo sinfónico en que el mar se encrespa. Mas, como la naturaleza de Vasconcelos, de acuerdo con el poeta, es el placer en las contradicciones puede uno todavía nadar con la ola o salirse del mar y al sol ponerse a secar (Carlos Pellicer, Elegía apasionada). Lo que se sabe entonces es que ya no se volverá de todas formas a caminar por las arenas con el mismo paso, uno está impregnado de un hálito de naturaleza que pone a la vida de frente para contemplarla con el puño en alto. En esos libros en que no se lee, dice Vasconcelos, sino que se declama, se alza el ademán y la figura, se sufre una verdadera transfiguración (Libros que leo sentado y libros que leo de pie).
Al leer a Vasconcelos unas veces le celebro una metáfora, otras me hace dudar a profundidad cuál es la posición más congruente en tal o cual circunstancia. Otras ocasiones me causa repugnancia, pero difícilmente no provoca una reacción fuerte. Por eso considero que al haber identificado a autores que se leen de pie, ha dado pauta para que sus lectores lo clasifiquemos allí.
Vasconcelos y Beethoven, hombres que rectificaron los dos. Que sintieron equivocarse, uno cuando exaltó a Hitler, por ejemplo; el otro cuando dedicó en un momento el concierto Emperador a Napoleón y después se arrepintió. ¿Cuántas veces no redefinió sus convicciones religiosas y su postura política Vasconcelos, para ya casi al final de su vida decirle a Emmanuel Carballo en una entrevista: “Yo en el fondo soy un anarquista cristiano.”? A propósito de lo cual merece citar un fragmento del comentario que hace Vasconcelos al scherzo de la quinta sinfonía de Beethoven:

Este tiempo es anarquía y auge de todas las posibilidades; periodo de incubamiento en que todo es permitido y legítimo: un mar donde la facultad crítica ejerce de vasto oleaje, que, con la multitud de olas pequeñas, crea forma, se ensancha, y al estallar en la costa, define una sinuosa, amplia y momentánea armonía.

Una vez más, en la interpretación parecieran colarse elementos de una visión propia del mundo; finalmente es una interpretación. Sin dicha subjetividad, dotada de adjetivación y metáfora, no podría ser tan gozoso leer a don José.
Si algo nos queda claro respecto a este hombre, después de leer Ulises criollo, Tristeza o La raza cósmica es que se trata de un ser humano lleno de tribulaciones y siempre dispuesto a luchar y a hacer oír su voz, a pesar de llevar la contra a la mayoría. Un hombre apasionado en todo momento, a pesar de ser perseguido por las culpas y las dudas. Sería inevitable que se manifestara un devoto de Beethoven. Vasconcelos concluye su comentario a la “séptima” con una sentencia clara y certera: “He aquí cómo llega el arte a la Divinidad, por el pathos de la belleza.”

Reacción

Hoy Ignacio ha dicho sin miramientos que el electrónico no puede ser considerado música, justo como su abuelo decía que el jazz era música de negros, y por tanto no podía ser tomado en cuenta. Siempre el miedo a lo nuevo. Es la reacción, el apego a los estándares, los manuales y los métodos...Lejos quisiera estar de todo ello, yo que he alzado la voz intentanto desarticular reflexiones que sustentan la detención de la ley del aborto y discusiones similares. Respecto al lenguaje, sin embargo...Imagino a los académicos de la lengua hace siglos enfadados por la difuminación de la diferencia entre la ese y la ce en América. Pero mi enfado ante el hecho de que cidís, laptops, escáners y los adjetivos cool, nice, in, invadan nuestra lengua (¿qué tal mi chauvinismo lingüístico?), por no mencionar los ya indispensables byes al final de las conversaciones, me hacen caer en cuenta de que soy un retrógrada.
En fin, que me aferro irremediablemente a este que Borges llamó un "latín venido a menos".