domingo, 5 de agosto de 2007

Dobles




“Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres.” JLB, Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Ficciones, Alianza, Madrid, 1989, p. 14.

La vanidad y la lujuria son condenados tradicionalmente en distintas religiones y filosofías en favor de un ascetismo que anhela los estados superiores del alma despreciando las necesidades carnales. La materia se sacrifica por el espíritu en el camino hacia el éxtasis.

Más adelante en el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius el narrador explica que Bioy Casares había expuesto una interpretación muy libre de una frase que recordaba de un artículo en The Anglo-American Cyclopedia:

“Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are hateful) porque lo multiplican y lo divulgan.” Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, p. 15.

Es simpático el hecho de que Borges ponga estas palabras en boca de su personaje Bioy Casares, cuando este hombre según las biografías (esos prestigiados sofismas) era un amante de esos placeres condenados en la frase. El Bioy Casares de este cuento pareciera erigirse como un doble del Bioy auténtico. Y finalmente, es también un doble del propio Borges que revela esa fascinación suya por la filosofía oriental donde se manifiesta la condena del cuerpo. De alguna manera todo esto hace eco en la formación moral de Borges y particularmente en la influencia de su abuela (la ética protestante, la lectura de Dickens y el Antiguo Testamento, aislada en el desierto de Junín en espera del coronel Borges...). Frente a ello se construye lo opuesto (el padre de Borges, por ejemplo, su anarquismo y su liberalismo sexual). El espejo existe de manera simbólica, el que está del lado contrario, ese otro no deja de ser una variante del mismo.

Cabalgamos por los caminos de tiempos y espacios de la fantasía, podemos sumergirnos en una sinfonía de Dvorâk, o sentir que somos Borges y creer que comprendemos profundamente el álgebra y de pronto aparece el espejo y nos recuerda que somos materia, somos cuerpo. Frente al fascinante mundo de las ideas y todos esos espacios hacia los que nos conducen la imaginación y la memoria está el mundo terreno donde nos hallamos depeinados delante de un cristal... Pero tal vez todo esto que llamamos realidad no sea sino una ilusión muy reconfortante y es aquel del otro lado del espejo el que nos mira y se ríe un poco de nosotros.

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