sábado, 19 de diciembre de 2009

Apuntes sobre el universo literario de Jorge Luis Borges (segunda entrega)

La sorpresa y la fascinación en la lectura de Borges responden a la suma originalidad de sus reflexiones a partir de razonamientos filosóficos, no por nada se le ha comparado con los sofistas. En el ya citado poema "Yesterdays", Borges dice también: “Soy lo que me contaron los filósofos”. Pero, ¿cómo es que Borges interpreta la filosofía? o, ¿cómo juega con ella en su literatura? ¿Por qué no escribió, tratados filosóficos si tanto se interesaba en ellos?
Tomo prestado por respuesta un desafío irreverente, fragmento del prólogo de Ficciones:

"Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen o comentario."

En Ficciones cristalizan diversas ideas sobre la realidad y su imaginación, cosechadas en la lectura de infinidad de volúmenes de esa biblioteca paterna que Borges denominó en una ocasión “el acontecimiento capital de su vida”. Los cuentos de Borges son, al tiempo que narraciones deslumbrantes en su despliegue de un lenguaje preciso y contundente, una síntesis de reflexiones filosóficas y de una inteligencia que penetra el pensamiento de los otros para imaginar formas del universo, o mejor dicho, para reinventar el universo bajo un cúmulo de posibilidades.

Si en una parte importante de su poesía Borges descifra y desgarra las posibilidades de su ser, de su vida concreta; en los relatos es más notorio el desvanecimiento de la figura autoral. El tiempo, la dualidad, los espejos, la ceguera, los ritmos cíclicos, las posibilidades de la metafísica aparecen como algunos de sus temas privilegiados, pero siempre a partir de historias de personajes diferentes.
Ficciones, al igual que su vida misma, o en todo caso los detalles de su vida que nos interesa fatigar son comentarios breves a una infinita lectura del universo. Pero insisto, dicho universo es aquel que este hombre imaginó de una manera compleja. Así, la filosofía y la matemática son en este autor finas elaboraciones que sirven a su creación literaria.

La maestría y la obsesión de Borges por el cuento hallan una justificación no exenta de humor en el prólogo a la primera sección de Ficciones, citado más arriba en este texto: “Más razonable, más inepto, más haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios.” Al hacer esto, Borges obliga al lector a cooperar en la imaginación de esos libros, esas propuestas, esos mundos (como es el caso de "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"). Y en efecto, diez o veinte páginas le bastan a este hombre para proponernos una lectura del universo que bien puede interpretarse en ocasiones como ciencia ficción, cuento policial de la más fina factura, o burla del crítico literario y del escritor fantoche.

La mente de Borges es un gran laberinto. Cuando en un cuento se plantea la posibilidad de una lengua en la que no existan sustantivos, en otro se propone la existencia de un hombre cuya virtud y desgracia es el poder recordar cada instante, y entonces puede pasar una hora entera recordando precisamente cada segundo de una hora ya pasada. Otro cuento sugiere la posibilidad de que un mismo hombre sea juzgado por la historia como héroe y como traidor a partir de los mismos hechos, uno más cuenta la historia de un hombre que sueña a otro hombre y al final descubre que él también ha sido soñado. Y así…

En "El jardín de senderos que se bifurcan", por ejemplo, el relato de un hombre envuelve a su vez otro relato y ese a otro como en una caja china. Conforme avanza la trama, Borges va dejando ver una concepción intrincada del universo mediante la descripción de una novela atribuida a un tal Ts’ui Pên. La novela de este personaje consistiría en una, "cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente[…]En la obra de Ts’ui Pên, todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones[…]Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos".



Se me ocurre pensar, que de no ser que Borges publicó cada uno de los cuentos que componen Ficciones en distintos momentos, podríamos ver el conjunto de su obra como una novela inagotable similar a la de Ts’ui Pên. En todo caso este cuento en específico trata el asunto del infinito, sumamente apreciado por Borges.

No me considero capaz de evaluar propuestas filosóficas en estos cuentos, como lo hace mordazmente el padre Méndez, personaje de la novela Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato. Sin embargo, tampoco creo que haga falta involucrarse en una discusión en esos términos cuando, como lo sugiere el narrador de "Tlön…" en uno de los universos paralelos que imagina, la metafísica puede considerarse una vertiente de la literatura fantástica.

Si bien puede decirse que Borges se burla un tanto de la filosofía, al tiempo que es una de sus influencias fundamentales, lo primordial es que para este autor el fin prioritario de la escritura es el estético. La literatura es un universo inagotable donde lo mismo pueden convivir la ecuación algebraica y la metáfora, donde el autor en tanto individuo sale sobrando.

Según esta perspectiva, si Borges escribió para la eternidad está demás quién era él. En mil y un años quizás se llegue a pensar como hoy de la Ilíada o aun de Hamlet que la autoría de El Aleph es el resultado del trabajo de un grupo de escritores. Entonces, Borges sería tan anónimo como personaje del cuento "La ruinas circulares", aquel hombre de ojos grises a quien “nadie vio desembarcar en la unánime noche”.

No obstante, en Ficciones descubrimos el desdoblamiento del autor en muy distintos personajes, no tanto aquellos detalles que un biógrafo podría destacar, sino la exploración imaginaria, esa consecuencia de su largo recorrido intelectual por distintas lenguas y tradiciones de escritura. Su herencia, esa obra erigida como un clásico, es en todo caso lo que permanece, lo demás es materia.

Según el planteamiento común a los cuentos “El pequeño milagro” y “El Sur”, el hombre puede elegir la forma de su muerte y en ese camino se convierte en su álter ego. Fuera de que podamos hallar en un diccionario o en internet la ubicación ginebrina del último sueño de Borges, ¿podemos saber si escogió morir asesinado por un compadrito en una esquina de la calle de Garay en Buenos Aires, o destrozado en una batalla en el desierto de Junín, o escuchando a su abuela leer la Biblia en inglés? En realidad ignoramos el destino que haya elegido, sólo queda su palabra entre nosotros para esparcimiento de la memoria y la imaginación.

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