jueves, 17 de diciembre de 2009

Encuentro con la fantasía



Leer es montarse en la imaginación del otro, acaparar las reflexiones, descripciones y demás posibilidades de creación congregadas por un autor e interpretarlas de acuerdo a nuestras propias coordenadas culturales.
Pero la consecuencia de la lectura no es la mera retención de esas propuestas de un autor, sino la discusión de éstas con aquel bagaje constituido en nuestro universo de significación.

Una formación lectora adquirida en la adolescencia me había hecho otorgarle más importancia a la literatura enmarcada en el paradigma de lo "real", empujándome incluso a despreciar lo fantástico. Pero la vida ha querido que me tope con propuestas que escapan a ese canon (principalmente en los últimos dos años) y he tenido que cuestionar duramente mis prejuicios. En ese camino he hallado algunos mentores. Mario González Suárez propone romper con un molde determinado por el Estado mexicano, según el cual la literatura de este país está articulada por el común denominador del tema México y particularmente el asunto de la Revolución.

Por otra parte, de manera paralela, Verónica Murguía me ha guiado a la lectura de Ende. La historia interminable me ha hecho cuestionar esa preponderancia de lo real, tan asentada en mí; entre muchas otras cosas, Baltasar Bastián se pregunta si no creer en los fantasmas no es en el fondo la expresión del miedo a que existan. Pero el libro plantea una reflexión más profunda; en el mundo de la Realidad las creaciones fantásticas son mentiras y, por lo tanto, falsedades, nulidades. En el mundo de lo real, la fantasía es Nada si no es dotada de su propio orden, de su contexto.
Curiosamente, González Suárez sostiene que la razón por la cual es importante para el Estado normar lo que se debe leer (mediante programas de lectura en la Secretaría de Educación Pública, principalmente) es porque mediante la literatura se establece qué es la realidad.

Ahondando en un ejemplo, ¿podría decirse que "Luvina" es un cuento de la Revolución mexicana? Los profesores de secundaria o preparatoria dan a leer a Rulfo como si se pudiera incorporar a la tradición de la novela (y el cuento, siempre menospreciado) revolucionaria(o). Sin embargo, esa narración tan universal, tan próxima a un lector de cualquier época, tan profundamente compleja y polisémica, no tiene nada que ver con Los de abajo. O bien, tiene tanto qué ver con esa novela como con la canción "En algún lugar de Duncan Dhu".



Por otro lado, Vargas Llosa ha abordado el tema de las verdades y las mentiras con mucha ironía y establece algunas de las razones por las que en política conviene censurar cierta literatura.* Aquí sólo quiero agregar que en política se emplea la fantasía como una aparente realidad para hacer valer un punto de vista. Ende no se equivoca, la fantasía empleada así, fuera del contexto del mundo fantástico, es la mentira vil.
La historia sin fin propone un mundo, y con él se establecen también las reglas de lo posible dentro de él, donde recupera una idea que se remonta al Génesis. El mundo de Fantasia es creado gracias a la palabra, nada más halagador para un poeta; el hombre posee el privilegio de nombrar y renombrar.

Dije al comienzo que leer es montarse en la imaginación del otro, pero ahora debo matizar, pues también es crear con el otro. El escritor se da la maña para lograr impresionarnos con sus propuestas imaginativas, pero el lector tiene que completar el proceso imaginando él mismo. Phantasia sería el equivalente a imagen en griego y a partir del siglo XII, también mito o ficción, según Fernando Corripio. Lo fantástico, por lo tanto, es indispensable para la creación, si no hay imagen, no hay deseo (decía Aristóteles); y si no hay deseo no hay literatura.

Cuando cada lector hace su lectura, su propia imagen de lo que lee, las capacidades creativas devienen ilimitadas. Si bien Borges ha dicho que el libro es extensión de la memoria y de la imaginación, a esos compendios de dos universos tan indisociables se suman la memoria y la imaginación de los lectores, que de ese modo expanden lo revelado por los signos de tinta.

* Álvaro Ruiz Abreu en La cristera. Una literatura negada, editado por la UAM-I revisa la bibliografía que toca el tema cristero, contraponiéndola a la corriente de la Revolución mexicana. Si bien esta literatura no ha sido censurada, sí se ha menospreciado (como el estudio mismo de la Guerra cristera), por no mencionar que Abreu considera a Elena Garro una de las exponentes de esa clasificación que propone. Pero la gran literatura en realidad, aunque considero válido que se lea desde perspectivas políticas, históricas, filosóficas o religiosas, no puede limitarse solamente a una de esas lecturas. La gran literatura es universal y atemporal.

2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Carmen dijo...

Para mí la fantasía es indispensable para no enfermarme de la realidad. Afortunadamente el género fantástico puede alcanzar todas las edades, no es privativo de los jóvenes y niños.