jueves, 3 de abril de 2008

Esta mañana he despertado con un dolor profundo en el pecho. Y es que asimilar la pérdida de este hombre... Ya vienen a mí las imágenes de cuando exponía las culturas griega, islámica, renascentista...y la tarde que le presté un libro de conferencias de Borges, las visitas que le hice a su oficina, el día que le llevé nuestro libro de generación y lo recibió con aquel entusiasmo, esos abrazos enérgicos, y por supuesto esa voz proveniente como de una caverna de la sabiduría profunda y al mismo tiempo del hombre que vive al día, pendiente de los problemas cotidianos.

Anoche, cuando María Eugenia Merino leyó las dedicatorias que escribieron muchos de los ex alumnos todos aplaudimos muy fuerte, como aquella última clase cuando se proyectó en diapositiva un acercamiento a La creación de Miguel Ángel. Todos de pie aplaudiendo, todos conmovidos, pero esta vez ya no por las palabras del maestro y su gracia para exprimirnos las emociones. Esta vez ya no se acercó Jaime a pedir un cigarro, ni se les salieron las lágrimas diciendo: "Carajo, soy un animal sensible. ¿Por qué soy tan sentimental, chingao?"
Esta vez sólo nuestras lágrimas y el silencio.
Y me he repetido no sé cuántas veces que esto es normal, que así acabaremos todos un día, pero cuesta tanto trabajo hacerse a la idea.
Saber que ya no estará Jaime en la escuela los jueves, saber que ya no puedo ir a buscarlo en José María Velasco, saber que ahora es sólo la memoria. Siempre la memoria.

1 comentario:

Akaotome dijo...

Ay, ya no me acordaba de los aplausos.
Un abrazo, Jesús!!!