lunes, 17 de septiembre de 2007

Emma Aguado,

Leí su artículo titulado Indiferencia y cultura* del día 8 de septiembre y me pareció muy pertinente su reflexión. A propósito de esto, hace unos meses vi la película Trescientos (300) y tuve una discusión con un amigo que se dedica al diseño industrial y a la caricatura. Sin subestimar el trabajo realizado por quienes trabajaron el guión y los muchos efectos (complicados e innovadores, según entiendo) me pareció nefasta la intromisión de un discurso pro Occidente en el que se defendía a Esparta como una democracia y se lanzaba una aguda estacada contra 'El misticismo y el oscurantismo' de Persia. Según yo era obvia la referencia a Bush contra el Islam. Aún se me hizo más triste que mi amigo, egresado de una licenciatura y con una cierta formación artística me dijera que eso no estaba en la película, que esa era una visión pesimista, extravagante, exagerada (al estilo Eduardo Galeano, decía él). Después, mi amigo volvió a ver el filme y me ofreció una disculpa porque reconoció que sí estaban ahí los elementos que yo mencionaba. Es triste de todas maneras porque habla de esta cultura donde la imagen lo puede todo y se hace a un lado la posibilidad de análisis.


Algo en los primeros párrafos de su artículo me recordó a Lipovetsky, a quien supongo usted refiere al hablar de filósofos posmodernos. Sin embargo, yo aquí difiero. Si bien estoy consciente de que en cuestiones culturales, de acuerdo a ciertos esquemas en los que nos somete la tecnología (y en particular los medios de comunicación) vivimos una cultura posmoderna, por otra parte seguimos siendo modernos en nuestra profunda manera de pensar. Lipovetsky decía hace unas semanas en su conferencia en la Facultad de Derecho de la UNAM que considera que vivimos más una 'hipermodernidad', una saturación de los valores modernos que ahora han de adaptarse a las demandas del individualismo contemporáneo.

Agradezco que gente como usted escriban en Correo, pues sin emplear términos sofisticados pone a discusión temas muy importantes y complejos, pero que nos hace bien conocer a todos, seamos o no expertos. De eso se trata, si he entendido bien, el reto que propone Giovanni Sartori en Homo videns, de fomentar la cultura escrita antes de que nos termine comiendo la cultura de la imagen. En mi opinión, una situación goebblesiana ocurrió en la campaña presidencial pasada, había eslóganes que prometían empleos en lugar de deuda (sigo preguntándome, ¿cuánta gente se dio el tiempo de revisar la página de la secretaría de hacienda para verificar el 'terrible endeudamiento' del gobierno de la Ciudad de México?). Pero como esos, finalmente, hay miles de ejemplos.

Gracias por leer (si es que ha llegado hasta aquí sin aburrirse).

Un saludo cordial,

Álvaro Rueda

consultar el artículo en:

*http://www.correo-gto.com.mx/notas.asp?id=39508

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