viernes, 19 de diciembre de 2008

para siempre

-Esto es para siempre- decía ella en una de tantas noches cuando caminábamos por las calles del centro de Coyotlán, tantas veces nuestras.
Este preciso instante puede ser para siempre. ¿Qué es la eternidad, sino la memoria? Danzan los recuerdos de un lugar a otro en el extenso campo de la memoria. Somos memoria, el argentino, aquel descendiente de soldados sudamericanos y pastores protestantes, acertó en esa idea. Nuestra memoria, construida en buena medida de olvido, da todo el sustento a nuestra existencia. Soy a partir de lo que recuerdo y vive en mí, engendrado en la infancia y demás segmentos del pasado.

Todo está en cómo vivimos esos recuerdos, una vez que se asume el pasado como la catarata de memoria que desemboca en la poza del presente siempre cambiante, siempre nueva. Hemos de lidiar con el pasado, o bien ignorarlo, pues también es verdad que no existe otro olvido verdadero que la indiferencia. Recibir entonces los borbotones de pasado, saber cómo gustarlos y decidir nadar en ellos o salirnos a secar un rato al sol, pero también contemplarnos en el reflejo de nuestro presente, reconocernos distintos cada día en en ese espejo movedizo.

-Y deja ya de hablar en infinitivo, esa suerte de imperativo tieso-, me digo ahora a mí mismo. Vive y escribe a partir de los sueños, los deseos, las fantasías; no del pasado... (-Te vuelves a dirigir a ti mismo en imperativo.) En fin, habrá que seguirlo trabajando...

1 comentario:

Gabo dijo...

La cosa es así. Justo así.En algún momento uno mira para atrás y ahí está...ni más ni menos la confirmación de que somos en el deseo.
Hermoso texto.De mero adentro, como debe ser.
Ya sabes que se te quiere mucho. Mañana; el vino y los tambores!