miércoles, 2 de julio de 2008

Lejos de la salvación

No nos dejes caer en la tentación...
Cuando rezaba el padre nuestro de niño, siempre que llegaba a este punto imaginaba a un hombre cayendo en un precipicio. Y, creo, en esa imagen está arraigada mi noción más profunda del fracaso: una caída (las caídas a veces ocurren por dar un mal paso, cabe recordar).

Pero, ¿cómo he de medir el fracaso tan temido?
Esa caída al abismo que sería contemplada por el universo de miradas.
Y ya en mi delirio las miradas supervisan, contemplan y me persiguen y acosan con sus demandas y sus sentencias.
Cada una halla su momento para hacerme un reclamo.

Ante esa turbamulta de miradas, ante sus exigencias y sus muy mentadas expectativas, ¿a dónde puedo ir si no es al fracaso?

(Ya parace que las escucho ahora: "¡Qué ostentación el hecho mismo de escribir en público tus quejas y tus inquietudes! ¿Crees de verdad que alguien debería molestarse en leer esto?"
Pero, ¿cómo hacer de otro modo?, ¿cómo no buscar un lugar virtual, incapaz como me siento ahora de apropiarme un espacio simbólico coherente, auténtico en el mundo?)

Volcarse entonces sobre ellas, escupirles en su rostro las demandas...interponer un espejo y...Pero, momento. ¿No sería darles demasiada importancia?, tanta como quieren.
Mejor entonces procurar deshacerse de ellas, alejarlas o, mejor, nadearlas, que no ningunearlas.

Intentaré entonces...abandonarlas a otra deriva.

1 comentario:

Carmen dijo...

Pues yo veo que si sigues esta forma de expresar tus ideas es mucho más auténtica, que es si no la literatura. Muchas veces es una inquietud, un desfogue, un reclamo, una súplica.
Felicidades porque el mundo está lleno de fracasos y desencuentros.