jueves, 24 de abril de 2008



"What special affinities appeared to him to exist between the moon and woman?
Her antiquity in preceding and surviving successive tellurian generations: her nocturnal predominance: her satellitic dependence: her luminary reflection: her constancy under all her phases, rising, and setting by her appointed times, waxing and waning: the forced invariability of her aspect: her indeterminate response to inaffirmative interrogation: her potency over effiuent and refluent waters: her power to enamour, to mortify: to invest with beauty, to render insane, to incite to and aid delinquency: the tranquil inscrutability of her visage: the terribility of her isolated dominant implacable resplendent propinquity: her omens of tempest and of calm: the stimulation of her light, her motion and her presence: the admonition of her craters, her arid seas, her silence: her splendour, when visible: her attraction, when invisible."

"¿Qué especiales afinidades le parecía haber entre la luna y la mujer?
Su antigüedad en preceder y sobrevivir a sucesivas generaciones telúricas: su predominio nocturno: su dependencia satelítica: su reflexión luminar: su constancia bajo todas las fases, elevándose y poniéndose a sus horas fijadas, creciendo y menguando: la forzosa invariabilidad de su aspecto: su respuesta indeterminada a la interrogación inafirmativa: su poder sobre las aguas efluyantes y refluyentes: su capacidad de enamorar, de mortificar, de revestir de belleza, de enloquecer, de incitar y ayudar a la delincuencia: la tranquila inescrutabilidad de su rostro: la terribilidad de su proximidad aislada dominante implacable resplandeciente: sus presagios de tempestad y de calma: el estímulo de su luz, su movimiento y su presencia: la admonición de sus cráteres, sus áridos mares, su silencio: su esplendor, cuando visible: su atracción, cuando invisible".

James Joyce, Ulysses

Lugar común: Algún día terminaré de leer el Ulises.

miércoles, 23 de abril de 2008

a la caza de citas

Ya podría ponerles una casa a mis citas, pero siento una necesidad imperiosa de compartir...


Cuanto puedas

Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
en contacto excesivo con el mundo,
con una excesiva frivolidad.

No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.

Konstantinos Kavafis
(versión de José María Álvarez)

martes, 15 de abril de 2008

en algún estado del alma...(cita)

El huésped
Jaime Augusto Shelley

Esta es una habitación
de paredes blancas
y muebles en reposo.

En cada sitio predilecto
se detienen, por un instante,
perros y enseres de arcilla roja.

Eso es todo.
Para alegrarme,
por las noches me despido de la luz
y dejo que el viento,
largo tiempo asomado a la ventana,
entre y silbe ruidosamente
entre los libros.

viernes, 11 de abril de 2008

Decir, por ejemplo, el mar.

¿Dónde empieza el final del mar? o más aún: ¿a qué nos referimos cuando decimos mar? ¿Nos referimos al inmenso monstruo capaz de devorar cualquier cosa o esa ola de espuma en torno a nuestros pies? ¿Al agua que te cabe en el cuenco de la mano o al abismo que nadie puede ver? ¿Lo decimos todo con una sola palabra o con una sola palabra lo ocultamos todo? Estoy aquí, a un paso del mar, y ni siquiera soy capaz de comprender dónde está él. El mar. El mar.

Ismael A. Ismael Bartleboom a su adorada.

Alessandro Baricco, Oceano mar, Compactos Anagrama, Barcelona, 1999, p. 40.



Ésta es la lluvia de abril.



Alfombra de jacaranda

El sueño de Jaime
por Héctor Rivera

http://www.milenio.com/mexico/milenio/firma.php?id=611381

Tan vital, tan inquieto, tan lleno siempre de proyectos. Cuesta trabajo imaginarlo en el fondo de una caja de muerto. Quise ir a la funeraria a despedirme de él, pero no pude. Lo siento. Y siento mucho, muchísimo, su partida inesperada. Jaime Casillas era un tipo verdaderamente genial, lleno de una energía envidiable.Tenía un aire de anarquista español, una vehemencia de revolucionario de la vieja época, un humor a veces surrealista.

Con los largos cabellos canosos, un rostro enjuto envuelto en una espesa barba igualmente blanca, se enojaba mucho con ciertos temas. Se ponía furioso en verdad. Bufaba, resoplaba y su rostro se tornaba cenizo, moviéndose a los lados, enredado en el humo del cigarro, en actitud de negar con énfasis.Pocos lo recordaron en el momento de su muerte, ocurrida el martes pasado, y se quedó en el olvido su papel heroico en defensa del cine mexicano hace 20 años, mientras ocupaba la presidencia de la Comisión de Premiación de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas. En esos años, la crisis que devino en crónica en el cine mexicano comenzaba a echar raíces, alimentada por una producción vulgar y barata que se resistía por sistema a la calidad y a la dignidad, pero más al respeto al espectador.El 7 de diciembre de 1987 en la Cineteca Nacional, durante la entrega de los premios Ariel, frente al entonces presidente Miguel de la Madrid, Jaime, quien fungía entonces también como secretario del interior de la Sección de Autores del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica, puso el dedo en la llaga y arremetió contra los productores privados, “empeñados en el mundo del comercio absoluto y en la satisfacción de las bajas pasiones de un público indefenso y analfabeta”. Y no sólo eso. También le pidió públicamente al presidente que defendiera la sobrevivencia de los estudios cinematográficos nacionales y, más aún, que fueran declarados propiedad cultural de México.

Pocas veces en la historia de la cinematografía nacional ha habido tanta claridad y coherencia en un cineasta. Con su discurso, Jaime libró una batalla inédita contra los poderosos dueños del dinero, propietarios también de buena parte de una industria que consideraban prácticamente de propiedad privada.Aquel sexenio no podía ser más desolador para los cineastas mexicanos, con el Instituto Mexicano de Cinematografía en manos de Enrique Soto Izquierdo. El periodo más árido en la historia del cine mexicano.

Tres días después de su aguerrido discurso, Jaime fue convocado a una reunión en la oficina del adusto secretario de Gobernación, Manuel Bartlett. Fueron citados también siete productores privados: Alfonso Rosas Priego, Gregorio Wallerstein, Raúl de Anda, Fernando Pérez Gavilán, Juan José Ortega, Carlos Amador y Jacobo Feldman. De alguna manera, en esa reunión les torcieron la mano para que aportaran cada uno 100 millones de pesos de los de entonces para financiar una docena de proyectos fílmicos.El acuerdo que comprometía a los mercaderes del cine mexicano con la producción de películas de calidad corrió como el viento entre los cineastas con el nombre de “Plan Casillas”, casi al modo de un documento histórico. Era como ligar el agua con el aceite, como obtener una flor de un jardín imposible.O, mejor dicho, un espléndido sueño que no tardó en desbaratarse a punta de patadas de la más contundente realidad.Unas cuantas semanas después, la Asociación de Productores y Distribuidores de Películas Mexicanas, con Alfonso Rosas Priego al frente, decidió en pleno y por unanimidad romper con la Academia.Y no sólo se largaron con sus películas comercialotas. También se echaron para atrás en el compromiso asumido ante el secretario de Gobernación. “Mientras Jaime Casillas permanezca al frente de la Academia no cuenten con nosotros”, dijeron.Y cumplieron su promesa, llenos de indignación. Al año siguiente no había ninguna película de producción privada en las ternas de los premios Ariel de la Academia.

Entre poco más de 20 películas presentadas por las instancias fílmicas estatales e independientes, incluidas las universitarias, resultó triunfadora Mariana, Mariana, de Alberto Isaac. Poco después cayó la cabeza de Jaime Casillas.“Sí siento alivio; me siento muy aliviado, me he quitado un peso de encima”, me dijo suspirando al abandonar la Academia, concluida su gestión de dos años. En su denuncia sobre la basura que producían los privados no había mala intención. Sólo la claridosa verdad, inevitablemente recibida por los señalados como insulto. “Yo me retiro sin ningún rencor; no ataqué a nadie personalmente; hubo momentos difíciles en los que hubiera renunciado, pero eso hubiera sido tanto como decir que nos habíamos equivocado, y ese no era el punto.”Poco después de su salida, la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas fue reestructurada a la medida de las necesidades e intereses de los productores privados, que regresaron de inmediato a la fiesta de los arieles.

Flaco y algo encorvado, vistiendo siempre con discreta elegancia, Jaime vio cómo su plan, que buscaba el financiamiento de los ricos para que los pobres hicieran películas, se hundía lentamente en las turbias aguas del olvido.“No llegamos a ningún acuerdo; todo quedó como estaba; hubo un desprecio total hacia nosotros, pero yo no tomo en cuenta sus insultos. Aquí no pasó nada”, decía lleno de dignidad y de resignación.

Hoy, Jaime es sólo un puñado de cenizas arrojadas al viento. También es un ejemplo para muchos.

jueves, 3 de abril de 2008

Esta mañana he despertado con un dolor profundo en el pecho. Y es que asimilar la pérdida de este hombre... Ya vienen a mí las imágenes de cuando exponía las culturas griega, islámica, renascentista...y la tarde que le presté un libro de conferencias de Borges, las visitas que le hice a su oficina, el día que le llevé nuestro libro de generación y lo recibió con aquel entusiasmo, esos abrazos enérgicos, y por supuesto esa voz proveniente como de una caverna de la sabiduría profunda y al mismo tiempo del hombre que vive al día, pendiente de los problemas cotidianos.

Anoche, cuando María Eugenia Merino leyó las dedicatorias que escribieron muchos de los ex alumnos todos aplaudimos muy fuerte, como aquella última clase cuando se proyectó en diapositiva un acercamiento a La creación de Miguel Ángel. Todos de pie aplaudiendo, todos conmovidos, pero esta vez ya no por las palabras del maestro y su gracia para exprimirnos las emociones. Esta vez ya no se acercó Jaime a pedir un cigarro, ni se les salieron las lágrimas diciendo: "Carajo, soy un animal sensible. ¿Por qué soy tan sentimental, chingao?"
Esta vez sólo nuestras lágrimas y el silencio.
Y me he repetido no sé cuántas veces que esto es normal, que así acabaremos todos un día, pero cuesta tanto trabajo hacerse a la idea.
Saber que ya no estará Jaime en la escuela los jueves, saber que ya no puedo ir a buscarlo en José María Velasco, saber que ahora es sólo la memoria. Siempre la memoria.

miércoles, 2 de abril de 2008



Jaime Casillas Rábago
(San Miguel el Alto, Jalisco, 1936 - Ciudad de México, 2008)

Qué energía, qué pasión, qué coraje y qué ganas de compartir tu amor al conocimiento.


Siempre en la memoria. Gracias, amigo. Gracias, maestro.

martes, 1 de abril de 2008



El recuerdo de esa tarde no hace a un lado el aroma a zacate húmedo
Tampoco nublan la vista los enjambres de zancudos
Todos los sentidos convergen en la Gran barriga morada que es la tarde
Morados sus arbolitos que la pueblan
Moradas las faldas donde el sorgo señorea
Y las nubes se resisten a acariciarla con su llovizna

Los hombres caminamos sudorosos, íntegros
sumidos en una plática y mirando nuestro pies

De pronto de tanto caminar y no mirar más que los pies, el paisaje se transfigura
todo se vuelve de colores de verdura
Los hombres de San Juan nos abrazan, nos dan de comer y nos abigarran con su alegría
Entonces una eléctrica apuñalada del cielo
y caen a montones los cántaros


En la luz castaña

Una hora por encima del dolor
y la ilusión se desparpaja
en vertientes y vías
que la fuerza del rayo cubre
de marrón y de hojarasca dorada

Una hora por encima del dolor
y la esperanza es ya
tonos y matices,
sueño y augurio
que adelantan pasos
a esos caminos maltratados
por el sabor calcinante de las suelas

Una hora por encima del dolor
concluye
y es vuelta a la orilla con pies insomnes,
brazos tendidos al borde del borde de sí mismos,
ademán avergonzado
mirada manida
bajo la égida de luz castaña,

Los nubarrones amenazan en una carcajada
Los paraguas se pudren al final del charco
y las manos se acuestan al final del día.