lunes, 24 de septiembre de 2007

Con A de Álvaro

Para Jaime Casillas
Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma.
Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro...
Se lo llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.
Pablo Neruda, Confieso que he vivido


No señor, ¡qué árabe ni qué ocho cuartos! Yo soy mexicano de tres generaciones. Otra cosa es que sea bigotón, de color aceitunado y barba cerrada. Pero de los árabes yo no sé nada. Ni de Guadalquivir, ni de Alhambra, ni de andaluces que habla usted. Verá, yo nací en Guadajalara y por si fuera poco soy muy devoto de nuestra virgencita de Guadalupe, a quien alegremente visito en La Villa cada doce de diciembre y aprovecho el viaje para darme una paseada. Mire usted, voy para el mercado de flores de San Ángel, con eso de que me dedico a este negocio. Nada tan bonito como los alcatraces y los alhelíes que colorean el ambiente o los jacintos y las acacias con tan rico aroma. Luego hay que darse la vuelta por los viveros para ver los alerces, los álamos, los alcanforeros y si hay tiempo apra curiosear: la albahaca, la alfalfa y el alforfón. Ya estando allí, uno va a Coyoacán y se come un algodón de azúcar.

Y luego de vuelta a Guadalajara. Estamos por terminar esta casona que ve. ¿A poco no parece uno de esos alcázares de España? Tenemos agua corriente y vamos a poner un aljibe allá arriba, es lo que andan haciendo ahora los albañiles.

Pero no se vaya, ¿qué prisa corre? Quédese a almorzar. Mi señora está preparando un manjar, viera usted qué bien conoce las alcamonías de la región. No hombre, no es que yo sea zalamero, pero tiene un sazón... Acepte usted mi invitación, aunque entiendo que quizás tenga sus planes. Si no tiene donde dormir, ésta es su casa. Aquí hay quien le almidone sus camisas, que ya ha de traer arrugadas de tanto ajetreo y le aseguro que las almohadas son más cómodas que las de cualquier hostal. Pero no lo fuerzo a nada, es su decisión. ¡Ojalá me acepte la invitación!

lunes, 17 de septiembre de 2007

Emma Aguado,

Leí su artículo titulado Indiferencia y cultura* del día 8 de septiembre y me pareció muy pertinente su reflexión. A propósito de esto, hace unos meses vi la película Trescientos (300) y tuve una discusión con un amigo que se dedica al diseño industrial y a la caricatura. Sin subestimar el trabajo realizado por quienes trabajaron el guión y los muchos efectos (complicados e innovadores, según entiendo) me pareció nefasta la intromisión de un discurso pro Occidente en el que se defendía a Esparta como una democracia y se lanzaba una aguda estacada contra 'El misticismo y el oscurantismo' de Persia. Según yo era obvia la referencia a Bush contra el Islam. Aún se me hizo más triste que mi amigo, egresado de una licenciatura y con una cierta formación artística me dijera que eso no estaba en la película, que esa era una visión pesimista, extravagante, exagerada (al estilo Eduardo Galeano, decía él). Después, mi amigo volvió a ver el filme y me ofreció una disculpa porque reconoció que sí estaban ahí los elementos que yo mencionaba. Es triste de todas maneras porque habla de esta cultura donde la imagen lo puede todo y se hace a un lado la posibilidad de análisis.


Algo en los primeros párrafos de su artículo me recordó a Lipovetsky, a quien supongo usted refiere al hablar de filósofos posmodernos. Sin embargo, yo aquí difiero. Si bien estoy consciente de que en cuestiones culturales, de acuerdo a ciertos esquemas en los que nos somete la tecnología (y en particular los medios de comunicación) vivimos una cultura posmoderna, por otra parte seguimos siendo modernos en nuestra profunda manera de pensar. Lipovetsky decía hace unas semanas en su conferencia en la Facultad de Derecho de la UNAM que considera que vivimos más una 'hipermodernidad', una saturación de los valores modernos que ahora han de adaptarse a las demandas del individualismo contemporáneo.

Agradezco que gente como usted escriban en Correo, pues sin emplear términos sofisticados pone a discusión temas muy importantes y complejos, pero que nos hace bien conocer a todos, seamos o no expertos. De eso se trata, si he entendido bien, el reto que propone Giovanni Sartori en Homo videns, de fomentar la cultura escrita antes de que nos termine comiendo la cultura de la imagen. En mi opinión, una situación goebblesiana ocurrió en la campaña presidencial pasada, había eslóganes que prometían empleos en lugar de deuda (sigo preguntándome, ¿cuánta gente se dio el tiempo de revisar la página de la secretaría de hacienda para verificar el 'terrible endeudamiento' del gobierno de la Ciudad de México?). Pero como esos, finalmente, hay miles de ejemplos.

Gracias por leer (si es que ha llegado hasta aquí sin aburrirse).

Un saludo cordial,

Álvaro Rueda

consultar el artículo en:

*http://www.correo-gto.com.mx/notas.asp?id=39508

viernes, 7 de septiembre de 2007

Del muchacho loco



"¿Leíste alguna vez a Hemingway? Adoro a ese viejo. Insistió en que la vida debe ser una lucha constante. Suena cursi y corriente, ¿verdad? Puede sonar de cualquier manera, lo importante es que casi nadie lucha de verdad." Gerardo de la Torre, Ensayo general, p. 220.

Gerardo, Ana Luisa y Santiago.

"¿Contar otra vez el 68? Lo has intentado, Emilio, en un par de cuentos, en una novela inédita, y no vas a volver a las historias lloriconas de Galindo gritando únete pueblo agachón, Mayén con la pistola encasquillada, el auto destrozado de Manuel Paredes, el discurso de Valerio en Tlatelolco, el periodiquito, las traiciones, la soledad política, tu renuncia a Petróleos, los nuevos oficios, el aprendizaje del arte de escribir guiones para una empresa de los yanquis que tanto odiabas -televisión educativa, y si algo nos pretendían filtrar allí estábamos Torres y yo para frenar cualquier penetración, no pueden acusarnos, no sean cabrones- y finalmente sentir el alma suavecita trabajando para una tele inocua, guiones para el Estado que hubieras querido aniquilar, capacitación, productividad y todas esas madres." Gerardo de la Torre, Los muchachos locos de aquel verano, p. 36.

Un memorioso


Al finalizar cada clase con Arrigo Coen en la Escuela de Escritores me preguntaba a mí mismo, qué cosa podía averiguar en aquel 'pozo de ciencia', como diría mi padre. Una tarde me acerqué a este hombre y le pedí que me repitiera lentamente, para tener tiempo de anotar, un epigrama que mis padres recordaban haber escuchado en voz de mi abuelo. Le dije la parte que conocía y entonces lo identificó. Como era usual, me fue corrigiendo y luego me pidió que lo esperara hasta tener todos los versos.
El profesor Coen bajó su cabeza y tamborileando sobre el escritorio fue recordando:

Admirose un portugués
al ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.
"Arte diabólica es",
dijo, torciendo el mostacho,
"que para hablar en gabacho
un fidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho".
Nicolás Fernández de Moratín