lunes, 23 de julio de 2007

París tropical o cómo no agüitarse en un día lluvioso



Existen múltiples Parises simultáneamente. El de Vallejo en su desgracia, por ejemplo: "Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo" o en oposición el de Hemingway, suerte de fiesta que se pedía para llevar. Y el de Cortázar, y el de Jamís y el de Baudelaire y el de todos aquellos por indagar en las bibliotecas. Pero existe también de manera evidente el París que se vive en carne propia. La ciudad realmente se construye desde dentro interpretando la correspondencia con los elementos externos, uno vive la ciudad que el ánimo, la inteligencia y el cuerpo están dispuestos a vivir.


Lejano París aquel en el cual Gertrude Stein llamó a Hemingway y a todos los jóvenes que habían participado en la primera guerra una generación perdida. Y al tiempo es un París próximo a la memoria, como el de aquellas referencias en clase de Elvira Concheiro a la legendaria comuna de París. Uno aprende las cosas y las desaprende, se sujeta a la memoria caprichosa que nos hace olvidar el papel de Louis Blanc en la lucha obrera o de Jean Jaurès en el socialismo y nos hace verlos como simples nombres de calles en los barrios del norte de la ciudad donde hoy pululan los migrantes del norte de África.


Uno come deliciosos kebab con papas fritas en una especie de salsa tártara y camina glorioso tratando de entender la felicidad de los parisinos que algunos días de este verano han tenido un sol generoso. Y mientras uno camina mira a las muchachas en falda y los muchachos en short y a cientos de personas en bicicletas propias o, muy a la moda, en las vélib que pone en renta el ayuntamiento.


En todo caso París ya no es más un estado de ánimo. Un día lluvioso como hoy hace recordar cariñosamente el sol de ayer sobre la espalda y dan ganas de apropiarse del espíritu tropical y hablarle de frente al sol parisino como lo hacía Pellicer:


Acércate, no te voy a hacer nada.
Te atemoriza mi voz de agua nueva y el ruido
de mis pies sobre las casas.
Mira el retrato de tus hermanos de América
populares como los toreros y los pelotaris,
ágiles y jóvenes.
El "buen gusto" te arrumba neurálgico:
quítate esas nubes o lávalas.


O:

Sol parisiense,
sol bibliotecario y sacristán
ve a jugar a la América
en los muros astronómicos de Uxmal.
Frótate entre los helechos de Palenque
ruédate desde la pirámide solar
que los toltecas finos y civilizados
levantaron en Chi-chén y Teotihuacán.

domingo, 22 de julio de 2007

Estación París (notas para un octubre primario)


Esa estación del año llamada París, en la que el viento poseía un tono melancólico y las hojas secas aplastadas a cada paso simulaban mejor el estado de ánimo que los edificios de piedra antigua ansiosos de desbordar su historia, se vuelca de pronto en un verano despejado y luces nocturnas esparcidas sobre las olas del Sena.


Pierre ha dicho esta tarde que iremos a beber cerveza y vino en el malecón cerca de la estación de metro Stalingrad. Los muchachos juegan petanque sobre la tierra amarilla. Pierre ha comprado baguette y queso de cabra. Bebemos un tinto en vasos de plástico mientras a un lado se trasladan las lanchas que cruzan a los cinéfilos de una a otra sala de la cadena MK2, de uno a otro lado del río. Hablamos de México y Francia, Pierre de su fugaz presencia en Puebla y el Distrito Federal; su pasión por el español, su fascinación por Oaxaca y los volcanes del valle de México. Hablamos también de políticos y estafas, cómo no hacerlo. Pierre ha estado en Mexico en 2006, yo he estado en Francia en 2001; en Francia la gente confió en la segunda vuelta, en México no la hay. Las instituciones existen pero no bastan.


Oscurece.


Hemos llegado en metro cerca del Palacio del Louvre. Caminamos hacia el río. Son cerca de las once y París está despierto y de fiesta en una noche sin lluvia.


Cerca del puente de las Artes, frente al Colegio de Francia, Jean Baptiste ha encontrado a un grupo de gente tocando flauta, saxofón, guitarra. Él intenta hacer un poco de funk con una guitarra minúscula mientras Pierre y yo seguimos hablando en español y bebiendo cerveza.


Cortázar, Apollinaire, Fayad Jamis interrumpen todos de pronto la contemplación del Sena haciendo guiños y proponiendo cada uno su mirada de extrañamiento. El que descubre a una nube narrar un cuento que no quiere ser un cuento pero que dibuja una fotografía enigmática que cobra vida por si misma donde un muchacho besa a una mujer hermosa en la isla de St. Louis, el que mira a la torre Eiffel como el pastor de los puentes rebaños cansados de su antigüedad tardía, el que pronuncia el despertar en París después de la segunda guerra y comprende y da sentido a aquel verso de Vallejo: "Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande".


Continuará…

jueves, 19 de julio de 2007

Don Ralf


Saludos a toda la banda. Miren qué lindo el pueblo de Chartres, luego mando detalles de su catedral.

Un abrazote, J.

Jesús con cerveza y pizza



Qué se le hace cuando uno es de buen comer y buen beber. Provecho, gracias dice el Jesús. Te saludamos desde México.