miércoles, 21 de febrero de 2007

Recordar, imaginar

Si recordar es traer hacia este lugar que llamamos presente elementos de aquel otro campo nombrado pretérito, el recuerdo está destinado a poseer una cualidad inventiva. Pues la Imaginación, ese monstruo de posibilidades al que en muchas ocasiones cerramos la puerta si lo percibimos atisbando por la ventana, se va escurriendo por los resquicios de la Memoria hasta imponer un pasado real.
El ensueño, me parece, es uno de los momentos clave en los cuales se cristaliza el vínculo entre estos dos mundos que son la memoria y la imaginación. Ese momento, o lugar, es una ocasión para crear. De modo que la evocación puede llegar a ser simultáneamente creación o, si preferimos el término, descubrimiento.
Apenas digo: "yo recuerdo" y estoy ya haciendo una propuesta de lo que quiero que haya sido el pasado. Un poco de nostalgia o remordimiento y el recuerdo se barniza, o aun se funde con la fantasía.

Recordar el futuro es una tarea que nos imponemos seguido como resposabilidad, acaso nombrándola de otro modo; pero proyectar el pasado, ensoñarlo, parece a menudo una tarea inútil. Lo inútil, no la hace menos apasionante.
Álvaro Rueda se aferra a ser recordado.

jueves, 15 de febrero de 2007

Vivir en viernes

Me gusta vivir en viernes. Ocurre, a eso de las cinco con veintiocho de la tarde el ocaso natural de la semana. Descansan una a una las máquinas. El despertador, por ejemplo, se toma el fin de semana o cambia su rutina; las lámparas se alumbran en otros tonos y aunque para los mismos fines, se reservan otra actitud. Un perro ladra cerca del edificio, una niña lo persigue. Los viernes, ciertos viernes que tengo en mente, o al menos este viernes en particular puedo permitirme beber café con calma, dejar que se entibie un poco y dar sorbos pausados y profundos a la taza. En la estancia, Zúñiga teclea sobre la máquina. Yo vuelvo a mi prólogo. La tarde también ha tenido el tiempo para ese fragmento dichoso de la Rapsodia sobre un tema de Paganini para piano y orquesta de Sergei Rachmaninov y después, para diluir la emoción, acaece uno de sus Nocturnos.

Cómo quisiera a veces que los lunes y los domingos fueran viernes.